*REFLEXIONES DE LA VIDA COTIDIANA*
AQUÍ LES DEJO UN PENSAMIENTO DE REFLEXIÓN DE LA VIDA
" DEMASIADO CORAZÓN "
Siempre me gustaron los animales. De pequeño siempre me
gustó jugar con ellos, tuve un perro, varios pájaros, incluso un pato.
Siempre dije que si me dejaran, tendría un terrario con reptiles, una
pecera grande con muchos peces, y algunos perritos o gatitos en mi casa.
Mi mujer llevaba mucho tiempo ilusionada con tener un perrito, yo no quería adoptar ninguno por el simple hecho de vivir en un piso y apenas estar en casa, pero ella tenía mucha ilusión y como siempre, se salió con la suya. Una amiga de mi cuñada nos regaló uno en agosto, era una especie de perro salchicha bastante mono, negro y banco a manchas, nos encariñamos con él enseguida.
Le pusimos Gato, siempre me ha gustado dar la vuelta a las cosas, y nos gustaba ese nombre. Gato era divertido, muy payaso, y sobretodo, muy cariñoso. Al principio le puse unas normas muy estrictas, pero como mi mujer se las saltaba constantemente, al final sólo mantuve las típicas de higiene y convivencia. Gato veía la tele con nosotros en el sillón, se acostaba a los pies de nuestra cama, y siempre estaba con ganas de correr y saltar cada vez que llegábamos a casa.
Gato me enseñó a tener responsabilidades diarias, a pensar en los demás y sus necesidades, a divertirme más allá de mis computadoras y videojuegos, a aprender a quererlo. Yo sólo atiné a enseñarle a él dónde queríamos que hiciese sus necesidades, y ni eso conseguí con demasiada eficacia.
Anoche, empezó a respirar con demasiada fuerza y me vomitó en el coche, nos preocupamos y lo llevamos al veterinario. El médico nos dijo que tendría seguramente la tensión baja, que le pondrían suero y esas cosas. Más tarde nos enteramos que mi perrito sufría una enfermedad congénita grave del corazón, que posiblemente no superara la noche. Esta mañana me enteré que mi perrito ha muerto, ese corazón tan grande que siempre tuvo parece ser que no era el apropiado para un cuerpo tan pequeño, y no resistió la presión. Incluso ahora, Gato me sigue enseñando, me ha enseñado a llorar. Ya no recordaba lo que era hacerlo, y duele de verdad.
No me siento culpable, no le echo la culpa a nadie, sólo lamento no poder volver a verlo correr, volver a jugar con él, volver a ladrar comparándome con sus ladridos, volver a verlo feliz a nuestro lado. Gato, allá donde vayas, no nos olvides.
Mi mujer llevaba mucho tiempo ilusionada con tener un perrito, yo no quería adoptar ninguno por el simple hecho de vivir en un piso y apenas estar en casa, pero ella tenía mucha ilusión y como siempre, se salió con la suya. Una amiga de mi cuñada nos regaló uno en agosto, era una especie de perro salchicha bastante mono, negro y banco a manchas, nos encariñamos con él enseguida.
Le pusimos Gato, siempre me ha gustado dar la vuelta a las cosas, y nos gustaba ese nombre. Gato era divertido, muy payaso, y sobretodo, muy cariñoso. Al principio le puse unas normas muy estrictas, pero como mi mujer se las saltaba constantemente, al final sólo mantuve las típicas de higiene y convivencia. Gato veía la tele con nosotros en el sillón, se acostaba a los pies de nuestra cama, y siempre estaba con ganas de correr y saltar cada vez que llegábamos a casa.
Gato me enseñó a tener responsabilidades diarias, a pensar en los demás y sus necesidades, a divertirme más allá de mis computadoras y videojuegos, a aprender a quererlo. Yo sólo atiné a enseñarle a él dónde queríamos que hiciese sus necesidades, y ni eso conseguí con demasiada eficacia.
Anoche, empezó a respirar con demasiada fuerza y me vomitó en el coche, nos preocupamos y lo llevamos al veterinario. El médico nos dijo que tendría seguramente la tensión baja, que le pondrían suero y esas cosas. Más tarde nos enteramos que mi perrito sufría una enfermedad congénita grave del corazón, que posiblemente no superara la noche. Esta mañana me enteré que mi perrito ha muerto, ese corazón tan grande que siempre tuvo parece ser que no era el apropiado para un cuerpo tan pequeño, y no resistió la presión. Incluso ahora, Gato me sigue enseñando, me ha enseñado a llorar. Ya no recordaba lo que era hacerlo, y duele de verdad.
No me siento culpable, no le echo la culpa a nadie, sólo lamento no poder volver a verlo correr, volver a jugar con él, volver a ladrar comparándome con sus ladridos, volver a verlo feliz a nuestro lado. Gato, allá donde vayas, no nos olvides.
ESPERO QUE LES GUSTE ESTE VIDEO "TE INVITO A REFLEXIONAR Y A QUE ME SIGAS EN MI BLOG"
POR: DIANA ORELLANA PACHECO
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